LA PRIMER CACERÍA
Queridos Lectores, me voy a remontar nuevamente a mi niñez para platicarles acerca de una cacería curiosa que viví cuando tenía 8 años a lado de mi Padre, mi Tío Chano y me Hermano Toño de 10 años, esta se llevó a cabo en Tamaulipas en el Río Guayalejo.
Esta anécdota se las quiero compartir para que motiven a sus hijos, nietos, hermanos, etc., a que tengan la experiencia de una cacería, ya que no todo es ir por la presa, siendo claro el principal objetivo, pero hay algo más allá que hace de cada cacería un recuerdo inolvidable como todas las peripecias para llegar al lugar, la convivencia entre los compañeros y hasta las largas charlas alrededor de una fogata escuchando grandes aventuras.
Llegamos a Ciudad Mante y rumbo a Tampico y ahí en estación González, localizamos a Felipe el violinista, él nos iba a servir de guía, tomamos una brecha hasta llegar al Rancho Javierillo, de ahí en adelante no existía brecha, el automóvil Hudson era muy bajo y pegaba en todos lados, mi Papá nos iba haciendo recomendaciones como por ejemplo que no nos arrimáramos al río porque era muy peligroso nos podíamos ahogar, además que había un pez llamado Catán con hocico de lagarto, concha de tortuga y aletas, cuando el ganado se descuida al tomar agua, los agarra del hocico, los ahoga y se los come, por eso no se vayan a acercar al río. Llegamos a media noche a la orilla del río, mi hermano y yo nos dormimos en el coche, a la mañana siguiente nos despertaron y nos volvieron a recomendar que no nos acercáramos al río ya que ellos regresarían más tarde, nos dejaron cubiertos con la sombra de un árbol frondoso pero el sol se recorrió y teníamos mucho calor y sed en el coche.
Abrimos la cajuela y buscamos agua, en aquel entonces no existían botellas de plástico ni botes de aluminio, lo que habían eran botes metálicos grandes que no pudimos abrir, entonces buscamos entre la despensa que podíamos beber, me encontré una botella de jugo de uva, le dije a mi hermano Toño yo la vi primero y soy mano, tenía un tapón de corcho medio salido, lo saqué con facilidad y le dí un fuerte trago, cual fue mi sorpresa que comencé a ahogarme un buen rato ya que resulta que era alcohol del 96 con tabaco que traía mi tío para untárselo y protegerse de los pinolillos.
Ya una vez recuperado teníamos mucha hambre, sacamos unas latas de sardinas no teníamos abre latas por lo que a golpes con una piedra la abrimos y le hicimos un agujero, sacamos las sardinas, las comimos con galletas saladas pero nos dio aún mas sed, pensamos que tal vez cerca del río habría agua, cuando íbamos bajando hacia el río escuchamos un estruendo, apenas alcanzamos a resguardarnos entre la maleza cuando pasa despavorida una manada como de 20 a 30 potros salvajes, estaban tomando agua y como nos sintieron salieron en estampida, créanme fue un gran susto por que pusimos en riesgo nuestra vida.
Nos resignamos a esperar a que regresara mi papa cuando de pronto llega una jovencita de 14 ó 16 años la cual nos dijo que la mando mi papá ya que su marido se fue con el a cazar y que fuéramos a su casa para que nos diera frijoles, tortillas, café y agua.
Como aquello de las 5 de larde llegaron con un venado grande de 8 puntas, nos fuimos al coche y lo colgamos en un árbol y comenzó la discusión entre mi padre y mi tío, de que yo lo mate que yo le pegue primero entre copas, mi papá decía que el venado estaba con las patas metidas en el río y que a su disparo dio un ligero salto cuando tu le disparaste a los 3 segundos cayó el venado, tiene una sola entrada poco ancha y 2 salidas distantes una de otra, total que ya nos fuimos a dormir al coche y yo nunca supe por fin en que terminó la discusión ó quien finalmente lo había cazado.
A la mañana siguiente nos fuimos a cazar, se fue mi hermano con mi papá río arriba en una lancha de goma de la 2nda guerra mundial, mi tío y yo fuimos río abajo con Simón en su lancha hecha del tronco de un árbol, en ese recorrido mi tío falló a 2 venados y un tercero muy grande ni tiempo le dio de dispararle, yo llevaba mi rifle de un tiro 22 no lo pude utilizar por que hacia ruido y espantaba a los venados, pude haber tirado a palomas moradas, tejones, patos etc, en fin había muchas cosas para cazar, todos los días mi papá o mi tío mataban venados.
Al 3er día, le pedí a mi papá permiso de no llevar el rifle porque no lo iba a poder usar, si le tiraba a un venado lo podía dejar herido y si disparaba a otra cosa espantaba a los venados, así que me dediqué a observar a la naturaleza, no saben lo maravilloso que fue hacerlo, contemplar el paisaje y los animales en el río sin gente. Ver las tortugas, patos, parvadas de gansos, tejones, águilas, mapaches, aguilillas, halcones, palomas, muchísimos pájaros, parvadas de pericos y cotorros cabeza roja y amarilla, poder ver venados tomando agua sin que nos vieran, ganarle a mi tío a ver algún venado y decirle ¡ahí ahí hay uno grande! Sin hacer ruido tocándole la espalda.
Una de las cosas que pasaban por esos lugares era que al caer la noche se escuchaba a un lado y al otro del río como pujaban o rugían los jaguares marcando su territorio, era verdaderamente espeluznante y daba mucho miedo. Un día antes de terminar la cacería nos dejaron en la casita y nos recomendaron que tuviéramos mucho cuidado al disparar, que viéramos antes si no había peligro, la muchacha que nos cuidaba nos dijo que por allí cerca se arrimaba un tejón solitario y gordo que era muy sabroso para comer, salimos a buscarlo con dos perros de la casa y cual seria la sorpresa que los perros lo olfatearon y al encontrarse se derivo una feroz pelea, los perros salieron lastimados, cuando el tejón se descuido yo aproveche la oportunidad para dispararle a la cabeza y cayó enseguida muerto, esa era mi primer pieza grande como cazador, con las entrañas del tejón los perros se dieron un banquete y con el tejón se hicieron carnitas y estaban muy muy sabrosas.
Más adelante les platicaré la continuación de esta cacería al año siguiente en el mismo lugar ya llevando armas de mayor calibre.
Amigos a veces hay que dejar de pensar un poco en la presa para poder escuchar los diversos sonidos que emite el aire y los animales, así como llevarnos en la mente esas hermosas fotografías que solo la naturaleza nos puede regalar, dense un tiempo para respirar aire puro y dar gracias por lo maravilloso que es vivir y ser libres.
En el próximo capítulo les narraré sobre las armas y calibres que se utilizaban en esa época.
Por Rodolfo Rizo Nájera