Por Edgar Wenzel
“Yauc yuki fueye” Aquí hay mucho temazate (en maya) nos comentó nuestro guía Fernando Villareal, mientras nos llevaba por una pequeña y tupida vereda rumbo a un árbol de Kchen en donde encontramos una cantidad extraordinaria de rascadas en el suelo llenas de excrementos de Temazate gris y además con los raspones de sus “tarritos” (como les dicen allá a los cuernos) junto a sus marcas.
Formamos una UMA en la parte sureste de Campeche con el objetivo de tener un buen lugar en donde cazar, y para conocerla y estrenarla, nos organizamos Juan Leal padre e hijo, su sobrino Jorge “Cocol” Zatarain Jorge Leal, Poncho Galina y el que aquí escribe para ir durante la Semana Santa.
En la última semana se nos rajaron Jorge y Poncho por causas de fuerza mayor; luego en la víspera de la salida, Juan se dio cuenta de que había perdido su permiso de transportación de armas y para acabar, en la madrugada, al salir y cargar gasolina, nos percatamos que el tanque de refacción del Jeep de Poncho parecía coladera. ¿Le seguiremos? me cuestioné después de tantos contratiempos y lo sometimos a votación, pero obviamente los chavos estaban como “pepitas en comal” para ir, así que nos pusimos en las manos de Dios y le dimos para adelante.
Cuando llegamos a la garita Fitozoosanitaria al entrar a la Península de Yucatán, nos cuestionaron en cuanto al tipo de comida que llevábamos y al contestarles que lo único eran unas salchichas FUD empacadas al vacío, así como un paquete de jamón en las mismas condiciones, qué creen…que nos decomisan nuestra comida. Inmediatamente les comenté que esa carne venía de un rastro TIF y que eran exactamente las mismas que vendía en las tiendas en Campeche y Mérida. Pero el exceso de burocratismo y la falta de sentido común ganaron y echando espuma por la trompa nos tuvimos que ir con la cola entre las piernas. Aprovecho a mandar una felicitación a las autoridades Sanitarias de nuestro país por poner a gente tan bien entrenada como inspectores. ¡Hijos de su rechinar de muelas @#&*..!
Bueno, regresando a lo que nos ocupa, llegamos a Campeche en la noche, nos instalamos y dormimos como si no debiéramos nada.
Al otro día nos despertó el sol y nos dimos cuenta que al servicio de despertador, tampoco le había sonado el suyo y no nos despertaron. ¡Upss! Ya llevábamos una hora de retraso, así que nada más nos dimos un baño torero (de oreja y rabo) y salimos como cuetes rumbo a Seiba playa, y por supuesto nos equivocamos y nos fuimos por la libre… ni pex, los guías habían de esperar un rato más.
Llegamos a Seiba, compramos nuestra ración de salchichas FUD empacadas al vacío, cargamos el mandado y al salir del pueblo, un puesto de cochinita pibíl nos hizo la parada y ni modo, le tuvimos que bajar sus inventarios en una forma abundante y contundente, pero sin antes dejarle encargada la venganza a la salsa de chile habanero ya que increíble, pero al otro día, a pesar de haber comido cochinita, zurramos pescados… pero del toallero del baño. ¡¡Hay jijos, cómo arde el asterisco!!
Pero como al Jeep no le tocó ni un pedacito de taquito, se puso sus moños y ya no quiso arrancar y perdimos prácticamente toda la mañana convenciéndolo de que no se hiciera güey.
Los ejidatarios nos habían organizado una reunión en el ejido ya que tenían la intención de vendernos su terreno. Llegamos y nos encontramos a todos los ancianos y ancianas del pueblo reunidos en la casa del comisariado. Las mujeres muy elegantes con sus vestidos bordados de colores y los hombres, todos con las camisas abiertas y enseñando sus panzotas. Después de una agradable conversación y sobre todo el poder disfrutar de oírlos hablar el maya, terminamos la reunión sin conclusión alguna, pero si con muchos planes. Nos echamos un plato de “pi” (barbacoa) de temazate y salimos rumbo a la selva.
19 kilómetros complicados puesto que desde el huracán Isidoro no había entrado algún vehículo y eso implicó el uso constante de las motosierras y de los machetes para quitar los árboles caídos y hacer despalmes alrededor de los aguajes. Como dice el dicho: “No importa a qué hora salgas, siempre vas a llegar de noche” y así fue, pero acompañados de una hermosa luna llena que nos permitió armar el toldo para dormir más fácilmente y preparar nuestras salchichas Fud empacadas al vacío, para comérnoslas en forma de “perros calientes”.
Después de planchar oreja y fabricar lagaña toda la noche, nos despertamos frescos y listos para armar todo el campamento mientras que los guías Pastor y Mauricio iban a preparar unos machanes para cazar temazates.
Dejamos el campamento digno de compararlo con cualquier campamento africano, con la excepción de que en vez de tener masais, teníamos mayas. A la hora del almuerzo llegaron Mauricio y Pastor y nos informaron que habían encontrado 3 palos (árboles) con fruta y que había un montón de rastros frescos, así que decidimos mandar a los jovenazos a los dos machanes más cercanos y Juan con su guía Cruz y yo con mi guía Fernando, nos fuimos a otros un poco más alejados.
Regresando al comienzo del relato, prácticamente había un rascadero cada 2 metros de distancia y además se veían de diferentes animales por que las caquitas eran de diferentes calibres. Eso comenzaba a calentar el dedo, puesto que la oportunidad de finalmente cobrar la última de las tres subespecies de Temazate que me faltaba, estaba cerca.
Llegamos al machan, se subió Fernando y amarró mi hamaca y luego me subí yo para hacerle la “prueba del añejo”; más vale checarla antes de darse el marranazo con rifle, arco, flechas y demás chunches.
La tarde fue pasando sin ver alguno de esos pequeños cérvidos y cuando justamente comenzaba yo a cabecear, se oyó un disparo de escopeta que por el rumbo adivinamos que era de Cocol.
Oscureció y regresamos al campamento para encontrarnos con un bonito Temazate gris de unas 4 ½ pulgadas de cuernos. Era el primero que veía muerto y después de los abrazos, besos y apapachos comenzamos con la tarea del decopinado ya que mis amigos mayas no tenían idea de cómo hacerlo, así que aprovechamos la ocasión para darles un pequeño seminario de las artes de la taxidermia, cosa que aprendieron de maravilla con la primera lección.
Al otro día Juan decidió probar la condición física del viejo Cruz y se echaron una caminata exploratoria de 6 kilómetros por vuelta, viendo cerca de una laguna una hembra de temazate rojo.
Yo me cambié a otro árbol ahora con Toño sin tener suerte, pero cercano al medio día se oyó otra detonación y que ahora acusó a un puño de plomo que le mandó Juanito a otro temazate y como cosa curiosa, todavía traía gamuza en sus cuernos.
Esa misma mañana se vieron otros 6 temazates, principalmente hembras, crías y machos chicos.
El miércoles Mauricio encontró un lugar en donde había muchas raspadas frescas de cuernos con sus respectivos excusados (así parecían, aunque sin jalar la cadena). Ahí tuvo la oportunidad Juan de ver a un gran macho de unas 6 pulgadas y que durante el resto de la semana se cansó de burlarse de mi compañero, a pesar de que usaron todas las mañas para vencer al viejo garañón.
Esa tarde me fui con Cruz al machan en donde había tirado Cocol por que les había entrado otro macho similar de tamaño y quería probar suerte con el arco. Antes de salir del campamento, Juan le recomendó a Cruz no salirse de la brecha y ahí me entraron un poco de dudas con respecto a la capacidad de orientación de mi guía, así que me fijé en la orientación del sol por si las moscas, ya que me dio flojera bajar mi GPS de la camioneta, cosa de la que me arrepentí enormemente más tarde.
En el trayecto al machan se nos atravesó una perdiz tinamú y probando suerte con el arco, le lancé una agujita de tejer, mandándola al morral de la cocina. Luego sufrimos un poco para encontrar el machan, cosa que me puso un poco más nervioso y agudicé mi sentido de la orientación más por aquello de “no te entumas”.
Para variar no me entró nada más que un par de hembritas y los machos por ahí de parranda. Oscureció y decidimos regresar al campamento, le pasé mi arco a Cruz y yo me colgué mi mochila y mi rifle .22 magnum y comenzamos a caminar a medio monte cuando me percaté que mi querido Cruz se dirigía exactamente al sentido opuesto del campamento. ¡Ay Jesús de Veracruz! pensé, este güey si que anda norteado e inmediatamente lo paré y le dije: “¿Cruz, vez aquél lucero brilloso? pues para allá está el campamento” e inmediatamente me argumentó que sólo estaba dando un pequeño rodeo para no salir muy arriba. “Qué te importa que salgamos a 100 metros si llegamos a la brecha principal, no te la jales con tu exactitud, ni que trajeras GPS en el coco” le contesté y el viejo necio seguía derechito para el otro lado.
“Jijo de su rechinar de muelas” me dije, a que viejo más necio y de plano, con los 5 motivos bien apretaditos, le pegué un grito y le dije: “Mira Cruz, no podemos seguir juntos porque vamos por caminos diferentes” a lo que me contestó: “¿porqué?”, “Porque yo voy para el campamento y tú a chiflar a tu mauser para el otro lado. Si quieres venir conmigo, adelante y si no ahí que los Chaneques (duendes de la selva) te bendigan”.
Como ya me vio un grado más que encanijado, aceptó de mala gana cambiar el rumbo y para seguir echándole piedritas al zapato, me metió en medio de un bejucal que ni el mismísimo Tarzán hubiera sabido cómo salir de ahí. Le dije: “Mira cab…, ya me tienes hasta la m…, acepta que estamos perdidos porque si no vamos a tener que dormir aquí de a cebollita y la verdad hueles a rodilla (entre cola y patas) y ese olor a mi no me gusta” y bajando el rifle, cortando cartucho lancé 3 disparos de auxilio, cosa que casi le causa un infarto al pobre cuate. Como la luna no salía, mejor decidí repetir la dosis de tiros por que estaba seguro que mis colegas estaban pensando que me estaba acabando una manada de puercos de monte y segundos después nos contestaron con los clásicos 3 disparos. “¿Oíste?” le pregunté y me contestó: “¿Qué?” “¡Noooo manchessss, aparte de desorientado, sordo!” es lo único que me faltaba y le dije que le siguiera rumbo al lucero. Como ya no podía con el arco y el machete, que me regresa mi instrumento y entre rifle, arco, flechas, mochila y machete, lo único que me faltaba era que me pusiera una escoba en la cola para ir barriendo el camino.
Se volvieron a oír los disparos ahora más cerca y voces medio apagado de los guías y ahora si me dijo: “¿Oyó los tiros?”. “¡San Hubertito, dame paciencia para no meterle el arco por donde no le cabe, por favor!” recé y seguí caminado. En pocos minutos aparecieron los guías con Juan y nos llevaron directamente rumbo al lucero despreciado por Cruz.
No cabe duda que en el pecado lleva su penitencia; hubiera sido mejor que no regresara porque todos sus compañeros se encargaron de burlarse de él toda la noche e inclusive le dieron un rollo como de 10 kilos de rafia, para que al otro día amarrara un cabo de la cocina y se llevara el otro cabo para no perderse al mismísmo estilo de Hansel y Gretel. Pobre viejo, luego me sacó una brújula que acababa de comprar y me pidió que le dijera como se usaba… un poco tarde, pero en fin.
Ese mismo día empezó a escasear el hielo y se me ocurrió probar un teléfono satelital que me había prestado Chucho Yurén con ese fin y marcamos al teléfono de la caseta del ejido. Fue increíble la reacción que se generó en Fernando y la telefonista, ya que ni el primero, ni por su puesto la segunda, entendían como se podía hablar desde ese lugar. Eso nos lo supusimos ya que ¡de maya, nada mas las mallas!
Los días transcurrieron avisando animales; los muchachos a los machos y los machos puras hembras.
La última mañana Juan me dio la opción de probar suerte con su viejo matrero puesto que él estaba dispuesto a sólo tirar con el arco y como yo estaba dispuesto a todo, me subí al machan con la escopeta y el rifle y como era de esperarse, ese día ni se apareció el desgraciado venadito. “Ele Yuki vinicmañoso” me dijo Pastor a lo que le contesté “what a heck in this town,¿qué dices?”. “ Que el Temazate es terco” me contestó y tristes nos regresamos al campamento a recoger las chivas y quedándonos con la ilusión de regresar el próximo año con un poco más de suerte para concluir con mi Gran Slam de temazates mexicanos.
Nunca me había tocado que se vieran 19 temazates en total y no haber tenido la oportunidad de ver un macho… así es la cacería.
Con un “Patik talakaño” que significa “los esperamos el año que entra” nos despedimos de esa linda gente que necesita cazar por supervivencia y acordamos apoyarlos para que el siguiente año a través de una nueva UMA, les organicemos cacerías con amigos y éstos puedan disfrutar de las grandes habilidades que tienen estos hombres como guías cinegéticos.
¡Salud y Buena Caza!