De Búfalos, Cazadoras, Calibres, Premios y Otras Calamidades

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But that buff is so big and mean and ugly and hard to stop, and vindictive and cruel and surly and ornery. He looks like he hates you personally. He looks like you owe him money.

Robert C. Ruark

La fría mañana del 25 de Noviembre de 1958, tras completar la ascensión de la Sierra de San Marcos y Pinos, dirigido por mi querido padre, cobré mi primer trofeo de caza mayor, ¡Un venado cola blanca!. Cumplía 16 años y era una especie de regalo de cumpleaños, mi primera expedición de caza mayor, en la para mí, lejana y exótica Coahuila en el Norte de mi amado México. Lejos estaba entonces de imaginar a donde me conduciría esa afición que mi padre sembraba en mí, más a manera de aliciente que de premio.

Poco antes de la cacería llegamos a la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo, y cruzamos caminando al lado americano dirigiéndonos sin vacilación a una armería bien conocida por mi padre; de donde pronto salimos con un precioso Winchester, modelo 70 en calibre 30-06 aún dentro de su caja. Al pie de la sierra hice unos cuantos disparos para acostumbrarme a las miras metálicas de las que venía provisto y después de la cena lo recibí oficialmente, era el regalo que por mi cumpleaños número dieciséis me daba mi padre.

Con ese 30-06 cacé por años en México cobrando venados, osos y un jaguar; incursioné contra los venados cola blanca y los berrendos en el sur de los Estados Unidos, caribúes en Alaska, y que se yo. Sin embargo para mi primera cacería seria, sólo fue como “respaldo” pues llevaba también un rifle realmente poderoso ¡un 7 mm. Mágnum! Con él continué mis andanzas y descubrí otro gran calibre, el 270 Winchester. Entonces sí, mi viejo 30-06 pasó a las reservas. En los dieciocho años que transcurrieron desde mi inicio en la caza mayor hasta mi primer safari en África, con un par de honrosas excepciones del .243, esos fueron prácticamente los únicos calibres que utilicé. Al ir a mi primer safari me llevé uno de mis 7 mm. y un .458 Winchester.

En el valle del Kafue cobrar mi primer búfalo fue producto del acecho de una manada de sables, que no poseía un macho como yo quería. Al retirarnos, Knutson el huellero vio un viejo búfalo macho pastando y lo mostró a Tom Lightgow , mi cazador profesional. Pusimos un termitero de por medio y nos acercamos a unos sesenta metros del bovino. A falta de algo mayor, Tom me pasó su .350 Rigby, la cruz se centró sólidamente al centro de su pecho, con toda suavidad oprimí el gatillo, el estallido fue contestado por un fuerte tamborazo, la gran bestia reculó doblando los cuartos traseros, pero sólo unos segundos, pues un momento después emprendió veloz carrera hacia el breñal, perdiéndose inmediatamente de vista.

Mientras saboreaba el tiro, dando el tiempo a la bala para hacer su efecto, escuchamos el berrido final del viejo toro, la más hermosa música posible a escuchar en esas circunstancias. Siempre con precaución avanzamos hacia el búfalo, encontrando la gran mole inerte viendo hacia nosotros y obviamente sin vida. Nos acercamos por el lado del lomo y a unos quince metros me indicó Tom:
-Shoot him on the spine.
-It is dead, contesté.
– Imperiosamente respondió: You shoot.
-Deader añadió Tom mientras colocaba ambos tiros de su poderoso express sobre la columna vertebral del cadáver.
– Me volví asombrado hacia él quien sonriendo se anticipó a cualquier pregunta diciéndome: Deadest!… You must kill the dead buffalo!
Mi segundo búfalo, quince días más tarde, fue también producto de una casualidad: huelleábamos una partida de Kudus cuando, sólo Dios sabe como, quedamos en medio de una gran manada de búfalos. La negra pared de vacas y becerrones nos veía con curiosidad a cien metros y a lo largo de un arco que abarcaba medio círculo. Con gran flema, Derek Evans, mi guía en el Valle de Luangwa, me pidió cobrara un becerro para alimento de nuestros numerosos servidores. Le mostré en silencio e interrogativamente a mi frágil y tierna novia, el 7 mm. y asintió con un leve:
– It is Ok.
Puse una bala de 175 granos en la base del cuello del más gordo becerrón que tras pocos pasos quedó perfectamente muerto. Al menos eso creíamos pero por aquello de las dudas puse otros 175 granos de plomo en la base de los cuernos.

Pocos días mas tarde un enorme toro, pegado bien y varias veces con el .458 nos sacó un susto de aquellos, cuando finalmente cayó para no levantarse estaba mucho más cerca de lo necesario. Enviamos por el carro de cacería y esperamos fumando en silencio, Derek habló:
– It was close. Was it?
– Too Close! contesté.
Había perdido la confianza en mi .458 cuando al abatir mi rinoceronte negro, se abrió el cargador quedando prácticamente desarmado frente al bruto, por lo que el último día del safari, cobré mi primer león con un tiro el 30-06 de Derek.

A partir de ahí usé .375 H&H para los búfalos, que mantuvieron la adrenalina corriendo en mi torrente sanguíneo. Lo usé para todo en África, de los duikers al rinoceronte blanco y del suni al elefante. Se volvió mi calibre de cabecera….

Después de varios safaris, muchos búfalos y algunas cargas, cazábamos un bushbuck para mi esposa Pita, caminando silenciosos a la orilla de un afluente del gran Luangwa cuando los huelleros y Derek se congelaron y el último puso el tripie. Al acercarme por sobre la cabeza de mi mujer vi dos grandes búfalos sesteando en pie. A señas indicó Derek a Pita colocara la bala, desde luego de su .375, en la base del cuello lo que mamá hizo perfectamente, el búfalo cayó fulminado.

El otro corrió para detenerse a unos cincuenta metros, con su irresistible sentido del humor, dijo Derek a Lufkin.
– I bet you a pound the old man can’t do it as good.
Apuntando también cuidadosamente a la base del cuello exprimí el gatillo de mi propio .375 y el búfalo cayó fulminado.
– You bastard, better pay him immediately. Fue mi respuesta en medio de carcajadas.
El tener dos búfalos ahí a veinte metros de distancia, muertos en sus huellas de un tiro cada uno y rodeado de las carcajadas de todos me hizo olvidar por algún tiempo los sabios y viejos principios de búfalos y calibres.

Para enardecer mi amor por el .375, en 1984, durante el último safari que pudo realizarse al sur de Sudán, cobré el record mundial de bongo, eland gigante y cuanto hay con un solo tiro del .375 de Robin Hurt. Éste es un viejo .375 Weatherby, en un rifle Ruger hecho a la orden por el propio Sr. Ruger quien se lo obsequió a Robin.

Al terminar este safari ya había contratado otro para cazar con Robin en Tanzania y camino a casa pasé a ordenarle a mi amigo David Miller un rifle en el mismo calibre, sin embargo terminé con un .458 Lott de miras abiertas. Al llegar a Tanzania, las circunstancias impidieron cazara con Robin quien en cambio me proporcionó la excelente compañía y tutela de Mike Carr-Hartley.

Cuando Mike vio el rifle y los cartuchos que disparaba se enamoró de él,
– This is poison for the buffs! Declaró categórico.
Al llegar a nuestro campamento de Kisigo, mientras la pandilla lo montaba, nosotros nos fuimos a conseguir una carnada para los leones. Mike era un niño con juguete nuevo. Pronto localizamos un grupo de búfalos con un viejo toro que si bien no arrancaría suspiros colgado de la pared atraería a los leones del área.

Deteniendo el carro me pasó personalmente el Lott mientras recibía de manos de Eoland el huellero su .450 doble que armó cuidadosamente y comenzamos a escurrirnos acortando la distancia hasta unos cien metros del toro y no quedando para ocultarnos nada mayor que el pasto. El bovino estaba atravesado viendo a la izquierda presentando claro su pulmón, con las miras metálicas del Lott no podía precisar demasiado mi tiro por lo que el costillar era un buen blanco. Apoyado en el tripie dejé ir el tiro al centro del pulmón. El búfalo se derrumbó como si lo hubiera descerebrado. ¡No lo podía creer! Me sacó de la sorpresa el manazo que me dio Mike en el hombro, casi tan fuerte como la patada del .458.
– You see man, this is a “he” rifle. Poison for the buffaloes!
Movió la mano llamando al vehículo, cuidadosamente descargó su express y empezó a desarmarlo. Sin salir de mi asombro volví nuevamente a la cabeza a ver el búfalo y saqué los tres cartuchos que quedaban en el cargador del Lott.

El sonido de galope acercándose me hizo volver la cabeza, una cosa negra y enorme con cuernos como defensa de ferrocarril venía a toda carrera contra nosotros. Como pude metí un par de tiros en el cargador, cerré el rifle checando que entrara uno en la recámara, me llevé el arma al hombro y tiré del gatillo cuando mi subconsciente me dijo que el grano de marfil, la muesca del alza y la nariz del toro estaban alineadas. Simultáneamente, a muchos kilómetros a la derecha oí otro tiro y brinque hacia la izquierda mientras metía uno más en la recámara. Afortunadamente ya no se hizo necesario, cuando la polvareda del rodar de la fiera se asentó ahí estaba el búfalo, con sus pequeños y romos cuernos y dos agujeros calibre 45 bajo ambos ojos. El trofeo colgado en la pared sigue sin sacar suspiros a nadie, excepto a mí cada vez que recuerdo el susto mayúsculo que nos dio.

Mike no tardó ni un segundo en iniciar las recriminaciones: Con los búfalos no se juega, debe tirárseles cuanto más cerca mejor, debemos romper un hueso, ….. terminando:
– For the next one, if there is any… you will wait until Bwana Mike authorizes the dude to shoot… and where. Rodeó el búfalo muerto observándolo y añadió: You see it! You shot it too far back!
Siempre he pensado que los deportistas debemos respetar a los profesionales, no sólo tendrán siempre más experiencia que nosotros pero pasa lo que con los ginecólogos: Ellos trabajan donde nosotros nos divertimos.

Como quedó dicho, el búfalo era el primer trofeo del safari y fue el preámbulo de una cacería excelente, cobramos hermosos trofeos, reímos como colegiales y fuimos superados por la habilidad de un leopardo que por los años que le quedaron de vida se mofó de nosotros. Sin embargo de alguna manera no volvimos a cruzar espadas con los búfalos hasta unos quince días después, cuando ya de regreso en nuestro campamento base de Macasumbee al salir el cocinero se dirigió a Mike y logré entender las palabras “Mbogo” y “chacula” .

Al caer la tarde, ya enfilados a la suavidad del campamento, Eoland hizo detener a Mike el carro y nuevamente las palabras Suahili para búfalo y comida repicaron en mis oídos. En verdad lo que sucedió a continuación no lo preparó nadie, surgió como el agua cuando agujeras el tubo en la pared. Mike me empujó fuera del vehículo gruñendo algo sobre el último búfalo.

Al bajar del vehículo con el .375. Me senté ágilmente antes que la primera hembra saliera a la brecha a unos treinta metros de nosotros. A ella siguieron varias otras con becerros hasta que salió un torete joven y gordo. Nada salió tras él que desapercibido de nosotros cruzó la brecha mientras mi retícula seguía ávida su brazuelo, justo en el corazón. Un segundo antes que desapareciera, mientras Mike buscaba sus prismáticos, salió el disparo, cuando la retícula estaba en el sitio preciso. Me puse de pie cambiando el .375 por el Lott que me tendió Eoland y cubrí los treinta metros con rapidez y atención. En el sitio donde disparé, atrás de donde estaba el toro había un chisguetazo de sangre roja. Avancé medio paso con cuidado y vi el culo del búfalo en el suelo alcanzando a ver como la vida se escapaba de su cuerpo en el chorro de sangre que en ese momento cesó de salir por su costado derecho.

Todo hubiera quedado ahí, pero en ese momento Mike se dio cuenta que lo había desobedecido de manera fatal:
– Eh man! Why did you shoot? I never told you to do it.
– You did it bwana, intervino Eoland, you told him to shoot the last one.
– Haciendo oídos de mercader, se dirigió nuevamente a mí: Where did you shoot it? Which rifle did you use?
– I use the small one and I am afraid I shot it too far back.
– Oh no! the light is fading, soon will be dark and I have to gamble my life because you have not learn to hunt buffaloes…
– I could go if you want… respondí con tono de duda.
– No way! You will stay here under the protection of the car and the boys. I’ll take all the risks….
La complicidad en las sonrisas de los huelleros me animó a seguir el asunto hasta el final, aunque al ver a Mike, que no es delgado, caminando con las rodillas separadas casi me hace reír antes de tiempo. Al llegar a la sangre, cuando la veía con atención no pude resistir más:
– To your left hand, buffalo!
Mike piafó como caballito jerezano, vio el búfalo muerto y poco faltó para que se ahogara de la risa o usara su hermoso express sobre mi persona.

El advenimiento, por demás bienvenido del .416 Remington, vino a detener el torrente de adrenalina que se suscitaba cada vez que disparaba contra un búfalo. La mayoría de los que he cobrado con ese calibre han sido con un solo tiro. Por un momento creí que había encontrado el calibre ideal para los búfalos, y lo mismo creyó mi amigo Robin Hurt, sin embargo, pronto recapituló.

Regresábamos al vehículo del infructuoso huelleo de un kudu. Cuando vimos que no era lo que deseábamos, saqué el tiro de la recámara de mi .300 y se lo pasé al porta armas quien a su vez me pasó y yo cargué el .416. Otro porta armas traía el .338 de Pita, también sin tiro en la recámara. Robin abría la marcha con su .375, le seguía Pita y detrás yo, los porta armas nos seguían cerrando la fila. Estábamos a la vista del vehículo faltando unos trescientos metros para alcanzarlo, cuando del único parche de pasto alto que había escapado del fuego salió el padre de todos los búfalos.

Sin dudarlo Robin pidió al huellero el rifle, metió un tiro en la recámara y entregándoselo a Pita le dijo:
-At the base of the neck.
El animal había volteado a ver de que se trataba y se mostraba de frente. Noté el cañón de Pita, firme sobre el tripie y no me sorprendió ver volar polvo en el centro del búfalo, en la parte más baja del cuello, precisamente donde éste se une al cuerpo. El búfalo reculó iniciando su caída, Robin dijo:
– And again!
Pita puso un segundo disparo en las tablas del cuello que mandó al toro al suelo aún pataleando. Un tercer disparo entre las patas delanteras lo tranquilizó.
– Lovely girl, lovely caliber. dijo Robin.
– No!, contestó Pita, I am using Jesus’
– It is what I mean, the .416. Insistió Robin.
– No!, intervine yo, you gave her the.300.
– She does not need anything else, dijo galante Robin.
– O yes!, insistió Pita presumiendo, sweet girls need only sweet calibers.
Con estas palabras Pita destruyó todos mis conocimientos de rifles, calibres y balística. Las esposas no debían de cazar!…..

A los pocos días descubrimos algunos búfalos viejos y mañosos sombreándose en una rala arboleda, Robin y yo nos escurrimos hasta unos treinta metros de los bovinos desde donde lancé al mayor de los toros un tiro del .416 con las peores intenciones. El animal cayó y se quedó en el suelo. Pita llegó corriendo con las cámaras y nos acercamos a él observando que al caer la curva de su cuerno se había atorado en el tronco de un árbol inmovilizándolo. Al acercarnos el búfalo se agitó y el árbol crujió de forma alarmante. Un nuevo disparo en la columna con trayectoria al corazón lo puso quieto. Recordando al buen Tom Lightgow dije:
– Deadest… y a coro dijimos los tres: You must kill the dead buffalo!.
El 5 de Diciembre de 1995, el salón de baile del Hotel Beverly Hilton, en Los Angeles California se encontraba lleno de amigos: el Comité de Selección ahí por su propio derecho, mis amigos de México, que solidariamente fueron a acompañarme en esa singular ocasión, mis amigos del Safari Club International, pasados ganadores del Trofeo Weatherby, mis compañeros nominados….. ahí estaban los mejores cazadores del mundo.

Iba acompañado de mi querida esposa Pita, mis hijos Luís, Claudia, Andrés, Javier, Rocío y mi nieta la pequeña Ana. El cocktail de bienvenida y la cena transcurrieron en mi memoria con la claridad del acecho final a un borrego: en mi mente sólo había sitio para un pensamiento.

Una piadosa amnesia me hacía olvidar el motivo de mi presencia y la fiesta que se celebraba: ¡Mi nombre sería puesto al lado de los inmortales de la caza mayor!, con Jack O’Connor, Julio Estrada, Juan Naude, Jim Concklin, J.C. Mc Elroy…. Y lo único que podía pensar era que al terminar tendría que dirigirme a esa multitud de gigantes, que ahora tenía enfrente por estar en la mesa del presidium. Tan inexorable como termina la arena de un reloj, terminó la cena y Ed Weatherby hizo mi presentación terminando con la indicación que el premio de ese año me era entregado, nos dimos la mano y numerosos bombillos fotográficos estallaron en mi cara cegándome momentáneamente, de pronto recuperé la vista y vi frente a mi toda la concurrencia aplaudiendo educadamente. Cuando acepté la nominación, lo hice como un merecido honor a mi país, inmerecido a mi persona, pero ya en ese camino debería llegar al final. You must kill the dead buffalo!, y dije:

“Sr. Roy E. Weatherby, presidente de la fundación Weatherby,
Honorables miembros del Comité de Selección,
Damas y Caballeros:

Al amanecer de cada día, el león despierta sabiendo que tendrá que correr más rápido que la más lenta de las gacelas si desea comer; al mismo tiempo la gacela despierta sabiendo que tendrá que correr más rápido que el león más veloz si desea sobrevivir ese día.

Hace cinco años, cuando tuve el honor de ser invitado a esta cena, supe que tendría que correr si alguna vez deseaba estar en el asiento que hoy me han asignado…..

Aunque supe que tendría que correr, no imaginaba las grandes satisfacciones que esta carrera me produciría, colectando diferentes especies de caza mayor desde los desiertos de mi amado México a las selvas lluviosas del Sur de Australia y desde la Patagonia hasta Siberia. Tuve el privilegio de conocer los más recónditos lugares mientras buscaba el raro Takin Dorado en el centro de China, el esquivo suni en la floresta africana, el majestuoso Markhor en las montañas de Asia o el borrego cimarrón, !Gloria de la fauna americana¡.

Mi búsqueda de la fauna me ha llevado a conocer y convivir con las personas y los pueblos que a su vez conviven y cuidan de ella. Aprender de su cultura y de las diferencias con la mía, seguir sus usos y costumbres diferentes a los propios y aprender de sus creencias reafirmando mi propia fe.

Así he tenido el gran honor de convivir, entre muchos otros, con los Inuits en el Artico canadiense, con los orgullosos Kazakhs en el centro del Asia, con los pigmeos de Africa Central, con los grandes montañistas de Nepal y de los Alpes y con los Indios Lacandones de mi propio país. De cada pueblo y de cada raza tuve el honor de aprender algo y todos y cada uno dejaron su huella en mi corazón y sentimientos.

La búsqueda de una gran colección de trofeos de caza mayor se convirtió en una expedición dentro de mi alma, en la búsqueda de mi mismo y de los valores y defectos inherentes a mi propio ser.

Sólo el ladrón toma sin dejar nada a cambio, fui enseñado que lo que tomamos hemos de devolverlo; la fauna silvestre la hemos recibido en depósito de nuestros padres y la debemos cuidar e incrementar para nuestros hijos… buscando cosechar más, aprendí a sembrar más. Aprendí también que el único medio de permitir un desarrollo sustentable de la fauna es dándole su gran y verdadero valor.

Empujando aquí, jalando allá, uniendo esfuerzos y creando compromisos iniciamos y revivimos programas basados en la cacería, en beneficio de la fauna de mi país y en los que Gracias a Dios, hemos tenido éxito.

Esta noche, estoy aquí para agradecer los resultados de esta búsqueda:

Con humildad a Dios por la experiencia vivida y obtenida. Por la oportunidad de Servir.

Al desaparecido Roy Weatherby, creador de las magníficas armas que llevan su nombre y a la Fundación Weatherby, por el establecimiento de este premio y el incentivo que representa para lograr la excelencia en la caza y la conservación. ¡Gracias!.

Para mis “mayores” en el mundo de la caza, tanto los que comparten aún este bello mundo, como a los que partieron antes para marcar la vereda a los felices campos de caza, del fondo de mi corazón elevo una oración agradeciéndoles por sus consejos, sus ánimos y ejemplo.

A los miembros del comité de selección, por este momento y aún más por los muchos que hicieron posible llegar a él, por su comprensión y orientación. ¡Gracias!.

A mis amigos y compañeros cazadores por su cariño y camaradería, a mis guías por su sabia ayuda, a los organizadores por su respaldo, a los agentes por su incesante búsqueda de nuevas veredas a los campos de caza y a todos los que físicamente participaron: ¡Mi más profundo reconocimiento!.

A todos mis colaboradores tanto en mi trabajo profesional como en las labores de conservación que cumplimos por y con gusto, por su respaldo al continuar llevando a cabo la cotidiana labor, siempre con gran eficiencia y siempre con una sonrisa. Sin ellos no hubiera llegado este momento. ¡Gracias!

A mis hijos, de quienes he tomado prestado tanto tiempo y , ¿porqué no? tantas paredes de nuestra casa. En ellos he encontrado la promesa de la continuidad en el deseo inextinguible de superación; en su ayuda un apoyo y en sus éxitos la mayor de las satisfacciones. ¡Gracias!.

Finalmente, pero no el menor, mi agradecimiento profundo y cariñoso a mi esposa Pita, compañera de la continua aventura que ha sido mi vida. Madre de mis hijos, dulce y fuerte estructura de nuestro hogar, consejera prudente y sabia que ha compartido y festejado cumplidamente mis éxitos y llorado conmigo mis fracasos; su entusiasmo me ha enseñado a ver la sonrisa de Dios en la belleza de la naturaleza, en la fugaz visión del bongo entre la selva o en la silueta de un borrego contra el horizonte.

Hoy al agradecer a todos y cada uno, termina esta búsqueda, pero antes de despedirme, deseo recordarles que cuando contemplamos como el sol se hunde tras las montañas en medio de una explosión de color y belleza, no vemos la oscuridad de la noche sino la promesa de un nuevo y mas bello amanecer y nuevamente el león sabrá que debe correr más que la más lenta de las gacelas para comer y la gacela sabrá que debe correr más que el león más rápido si quiere vivir….

No importa si eres león o gacela !Corre¡ … !Corre para vivir¡”